Estoy consciente de la tragedia del hombre contemporáneo,
amenazado por la miseria, el hambre, la enfermedad,
la desocupación, la injusticia, el abuso de los poderosos,
la violencia contra los débiles y la pérdida de valores morales.

JUAN PABLO II

sábado, 15 de diciembre de 2012

1.- Falsos profetas y falsos mesías

"Entonces, si alguien les dice: Mira, el Cristo está aquí o allá, no le crean. Ya que aparecerán falsos mesías y falsos profetas, que harán señales y podigios con el fin de engañar aún a los elegidos, si esto fuera posible".(Mc 13,21-22)
 ¿Quién es un pofeta?
Uno que habla en nombre de Dios.

¿Quien es un mesías o cristo?
Uno que es elegido por Dios, consagrado (Ungido=Cristo=Mesías) y enviado.

Pues bien, Jesús nos pone en guardia contra los falsos pofetas y los falsos mesías, es decir, personas que aseguran hablar en nombre de Dios y no es cierto, y personas que aseguran ser enviados por Dios y no es cierto. Lo que hacen es actuar por propia cuenta, buscando no los intereses de Dios, sino los propios.
         Examinando la vida y la obra de muchos fundadores de las sectas, a lo largo de la historia de la Iglesia, es facil darse cuenta de los grandes daños, que estos falsos profetas y falsos mesías causaron al rebaño de Cristo, dispersando y alejando de la fuente de la salvacion a los más débiles en la fe.
        "Harán señales milagrosas", advierte Jesús. Claro, también el demonio tiene poder y muchos se dejan engañar. "Dejen la Iglesia Católica -se oye repetir-, vengan con nosotros. Aquí se hacen muchos milagros".
"No es el que me dice: ¡Señor!, ¡Señor!, el que entrara en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo. En el día del juicio muchos me dirán: Señor, Señor, pofetizamos en tu Nombre, y en tu Nombre arrojamos a los demonios, y en tu Nombre hicimos muchos milagros". (Mt 7,21-23).
Así que no basta predicar, gritar, reprender a los demonios, orar por los enfermos... para decir que uno anda bien y es un verdadero profeta. Se necesita la obediencia a la voluntad de Dios, empezando por estar bien integrado a su Iglesia, obedeciendo a los legítimos pastores que Cristo estableció. De otra manera, se está construyendo la casa sobre arena (Mt 7,26).

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