Entre todo lo que hizo Dios, el hombre es el ser más
importante. Utilizando su inteligencia y aprovechándose de los recursos
naturales, está llamado a progresar cada día más, creando condiciones de vida
siempre más agradables.
En efecto, Dios no creó carros, carreteras,
aviones, casas…
No. Dios lo creó todo en el estado inicial. Es el
hombre que va a continuar la obra, mediante el trabajo (Gén 1,28: 2,15).
Y en esto notamos la diferencia que existe entre
los distintos individuos, los distintos pueblos y las distintas civilizaciones.
Cuanto más el hombre trata de ser colaborador de Dios mediante la investigación,
la técnica y el trabajo, tanto más se vuelve en rey de la creación. Cuanto más
renuncia a su papel como colaborador de Dios en el perfeccionamiento de la
creación, tanto más se deja dominar por ella.
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